miércoles, 31 de diciembre de 2008

La última del año



Precisamente hoy, se nos va el 2008. “Justo el 31, diría un humorista tanguero. La última del año. Y así es, nomás. ¿Vieron como todo el mundo hace balances? Desde el contable del banco, hasta el “canillita” que me acerca el diario por las mañanas en el café. Estas fechas imponen sus balances, y no voy a “hacerme el otario”, yo también traigo el mío, cortito y sencillo.


Con respecto al tango, no hay nada nuevo para decir. Sería un poco atrevido decir que pudiera tener balance en ese terreno, es que lo veo ahí… flotando…, en tren de sobrevivir y no pasa más nada. Estamos un poco mejor, estamos un poco peor. Una nota de color sería que algunos jóvenes se están “enganchando” con el tango a través del baile. O sea, les complace la danza y ya no se asustan al decir “me gusta el tango”, como si fuera algo “fuera de onda” (¿se dice así?).


Con respecto al blog, creo que cumplimos en compartir algo, de lo poco que sabemos, en estos meses que lleva de existencia. No ha sido más que tomar algo de nuestra forma de ser, de nuestra idiosincrasia e intentar plasmarlo por escrito. Quisiéramos poder publicar más seguido, pero las contingencias laborales mencionadas por mi nieto en alguna oportunidad, no se han modificado.


A los que escribieron comentarios, ideas, sugerencias, desde el inicio de este blog, o se sumaron recientemente: muchas gracias. Son Uds. quienes mantienen al tango vivo, en sus intereses, en sus intenciones, en sus lecturas y audiciones. Y en interlocución con Uds. también, me encontré varias veces este año contento y silbando un tango.


Me acuerdo que la barra de la esquina era una fuente de conocimiento, conocimiento de nivel de la calle, pero conocimiento al fin. Hoy en día Internet también trae su “barra”, en algún “café virtual” donde reunirse. Sin importar el sexo, ni la edad, nacionalidad, religión, o razones políticas. Y en referencia a estas últimas, creo que los lectores saben bien cuales son las mías, que a veces también son las del tango. Por ello, la última reflexión de 2008 va en serie con la bronca de ver esa vorágine comercial de fin de año llamada comprar-comprar-comprar.


Si hay tristeza del tango, no la es la de la mina que se fue del bulín. Es la de un pibe que mira una vidriera; la de su padre al querer regalarle algo, y no poder hacerlo. “Es que siempre te falta la guita.” Pensará, seguramente. “Siempre faltará la guita.” Pero la verdadera razón es otra. La vidriera es lo que hace que haya ventas, y la publicidad convence a la gente que a él también le gusta eso que ve. Es más, que necesita aquello que ve. Y cuando lo tiene, pues ya gusta otra cosa, o la moda hace cambiarla. Y el disco vuelve a empezar. Una sociedad más justa no diferenciará al hombre por su mayor o menor capacidad adquisitiva. Brindo por ella.


Amigos, amigas, compañeros de viaje del mundo entero. Felices fiestas. Y como no he visto renos últimamente en mi país, les hago llegar por esta vía mi regalo, que no podía ser otro más que… un tanguito. Bienvenido el 2009; y al 2008: chan-chan.



Fraternal (Canción de Navidad y Año Nuevo)

Canción

Música: Sebastián Piana

Letra: Francisco García Jiménez


Bien haya tener cariño

bien haya ignorar el daño,

la noche que nace el Niño,

la noche que nace el Año.

Saber que es la misma huella

la huella del buen andar

y hacer de la patria bella

la fiesta de un solo hogar.


No hay distancias para el puente

del alegre corazón,

ni fortunas diferentes

si es de todos la ilusión.

Las almas están presentes

y unidas en la canción:

No hay fortunas diferentes

que deshagan esta unión.

No hay distancias para el puente

del alegre corazón.


Venimos del año viejo

camino de nueva vida,

en un fraternal cortejo

de adiós y de bienvenida;

con flores de pampa y sierra,

con luces de cielo y mar...

y amor de argentina tierra

cantando en igual cantar.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Los clubes de barrio - Parte I



Perdones mil por las demoras. Es a mi nieto a quien debo culpar, y por elevación al mercado laboral actual que según él, lo hace trabajar en cuatro lugares para tener algo así como un sueldo digno. En fin…


Luna de Avellaneda

Para “ir al grano”, diremos que los ‘clubes’ son asociaciones de personas libremente reunidas en torno a gustos, opiniones, actividades en común. El ánimo de lucro no figura entre sus fines, aunque es claro que el financiamiento es todo un tema. En un club elitista se incorporan socios en base a la “exclusividad”, previa aprobación de un grupo de notables. En cambio un club popular se sostiene desde la “inclusividad”, el vínculo entre pares, la apertura a la comunidad, la participación. En aquellos de barrio nos enamorábamos, nos casábamos, festejábamos los cumpleaños de los hijos... Llevan el mismo nombre: “Club”. Nunca fueron lo mismo.

Pasando a lo que nos interesa, y contestándole un poco tardíamente al amigo Marcelo y Francisco, debo decir que el Club “Luna de Avellaneda” es una construcción poética del guionista de la película homónima, aunque habla de la realidad de muchos clubes. Por ello es que dirijo hoy mi memoria hacia esas instituciones tan caras a nuestra identidad criolla, en las que muchos inmigrantes encontraron, deporte y cultura mediante, una forma de echar raíces en suelo argentino / americano: Deportivo Español, Sportivo Italiano, Club Armenio, entre otros tantos del interior del país, no tan conocidos.

La importancia de los clubes de barrio fue dar a todo un grupo de gente la posibilidad de acceder a beneficios que individualmente les estarían vedados. No por nada surgen en nuestro país junto con las mutuales, las obras sociales y las cooperativas. Fueron algo así como una “sociedad de ayuda mutua”, con el deporte por objeto de intercambio social. Además era escenario de relaciones que podían o no continuar fuera del club. La barra de la esquina es un claro ejemplo de ello. Allí uno se instruía, no en el sentido escolar del término, sino en pensamientos de la vida (recuerden, si no, “Cafetín de Bs. As.”). Por todo ello pienso al club como una forma de amistad, en el sentido de lo que uno toma del otro y ofrece a su vez en intercambio. Comparto ahora con Uds. dos recuerdos personales, ligados al fútbol y al tango.

Los clubes de barrio - Parte II


Bien de barrio

Mi amigo Cacho, mentado ya en otras estampas tangueras, se hizo hincha de Gimnasia y Esgrima de la Plata a los 9 años, después de una conversación conmigo. Una tarde calurosa después de tomar leche con Toddy le pregunto: “¿Cómo no vas a ser tripero?”. Y así fue. Claro, todavía no llamaban a Gimnasia “El lobo”, por la ubicación de su cancha cerca del bosque. Esto recién sucederá en la década del 50. Mi formación preferida era… la pucha, no me acuerdo. Mejor dejo ese dato para otra ocasión.

Pero no solo me “tiraba” el más famoso club de fútbol de la ciudad de las diagonales. El club de mis recuerdos infantiles estaba en 9 y 70, y era bien de barrio. Se llamaba sencillamente Club Unión Vecinal. Recuerdo aún el aroma de las galletas compradas en el almacén de su esquina, acompañando un buen vaso de leche.

Nuestro club tenía su fecha dilecta para el tango: las murgas de carnaval. Los festejos se extendían varios días: domingo, lunes y martes. La última jornada terminaba temprano, porque al otro día todos volvían al laburo. En esos días los almanaques llevaban las fechas marcadas en rojo y eran feriado-feriado. Y para todo el mundo. Y la gente que podía juntar unos mangos se iba por ahí, a Mar del Plata, como los fines de semana largos de ahora. Para los que nos quedábamos, como mi familia, se armaban los desfiles callejeros. Mi hermana, de cuatro años entonces, acostumbraba a disfrazarse en casa con sus amiguitas, no sin cierta vergüenza. En el medio de la calle, en realidad en el centro de las dos calles, los socios armaban dos palcos con los chicos del barrio, y largaba el desfile infantil. Los pibes saludaban, y al cierre hasta había entrega de medallas y todo. Era una felicidad de la que todos (y nadie) eran dueños. El palco se armaba y desarmaba para otras ocasiones también. Eran épocas de buenos bailes, con orquestas que atraían gente de todos lados. Cerrando la década del 40, las formaciones típicas de D’Arienzo, y Roberto Firpo animaban el carnaval. Había que asistir disfrazados, escondidos detrás de caretas y ponchos, aunque igual todos supiéramos quién era quién. ¿Se acuerdan de esas estrofas que decían “…todo el año es carnaval?”

Para los años 50 yo ya había dejado el barrio para estudiar arquitectura en Tucumán, ciudad de referencia por la calidad de su enseñanza universitaria. Los amigos de la barra, siguiendo el “sueño del pibe”, fundaron un nuevo club en la sede de la Escuela Nº 65 de La Plata (actual Bartolomé Mitre, en 67 y 8). Al Sr. Luis Elberdin, que alquilaba su casa al Ministerio, le ofrecieron comprarle el terreno. Luego de un cruce de opiniones, decidieron vender, y el club selló así su suerte. Ahora hay unos grises departamentos. Un “Luna de Avellaneda” que llevó por nombre real “Club Cultural y Deportivo Dante Alighieri”. Entre esos “locos de la azotea” recuerdo especialmente a Tito Natale. Como dato curioso, según la carta de fundación el presidente debía tener la ciudadanía italiana. Su único presidente fue el Sr. Pirani, hasta donde yo sé. A pesar de su función social y cultural, no faltaban las partidas de truco o dominó, matizadas con unas “grapas” o un “tinto”. Mi papá, cuando paraba el camión repartidor y bajaban las bebidas para la cantina, decía en tono irónico “Vení, nene, vení, que están bajando libros para la biblioteca del Club”.


Memorias del Tucumán de ayer

En el Tucumán de mitad del siglo pasado, si de lugares para bailar se hablaba, había dos posibilidades: el cabaret o el club de barrio. Siendo una provincia del noroeste llama la atención que los asistentes a esas veladas siempre prefirieran el tango bailable al folclore. ¿Tendrá que ver con que Tucumán haya sido cabecera del corredor ferroviario hacia el puerto de Buenos Aires?

Y hablando de trenes, el Ing. Raimundo P. Buiatti., quien ya en otra ocasión hizo aportes al autor de estas líneas, compartió con nosotros la historia del Club Atlético Central Córdoba, de la Ciudad de San Miguel de Tucumán. Este club fue fundado el 18 de septiembre de 1914 por un grupo de empleados de Ferrocarriles Argentinos. Sus bailes de carnaval tenían gran aceptación entre socios y concurrentes. En los festejos de 1953 estuvieron invitados los famosos “Angelitos” (D’Agostino y Vargas). Además de tangos, sonaban pasodobles y milongas, hasta que a fines de los 50 entraron los ritmos tropicales: el baión y el chachachá.

La competencia de Central Córdoba, en términos musicales, era el “Solar de los Deportes” (donde solía tocar Juan D’Arienzo). El Solar estaba en calle Lavalle entre Próspero Mena y Miguel Lillo, y era un anexo del Club Atlético San Martín. Como dato anecdótico, el mencionado predio tenía también un cine al aire libre. Además estaban la Confitería “Casal” en la esquina de la Avenida Mate de Luna y Alem, “Parque Molina” en el Barrio de Floresta, y el Tango – Bar del Parque 9 de Julio, al estilo de “lo de Hansen” en Palermo.


Chan, chan!

Luego de nuestro recorrido por las calles de la memoria, no cabe duda que los clubes de barrio y el tango se conocen desde hace tiempo. Y hay muchos "Lunas de Avellaneda" en cada ciudad, en cada pueblo, en tantos barrios... Estos lugares, verdaderos teatros sociales, siempre serán el crisol donde se amalgaman vida, amor, amistad, fundando y refundando lazos. Ud... ¿conoce el suyo?

sábado, 30 de agosto de 2008

Acerca de la Guardia Vieja


Alguien preguntó: “Don Alvo: ¿cuándo empieza la Guardia Vieja?” Respuesta complicada, ya que la Guardia Vieja representa una etapa del tango que concluye, por ello es difícil decir a ciencia cierta cuando “empieza”. Sin ser historiador, y calculando “a ojo de buen cubero”, la Guardia Vieja tendrá unos 40 años de vida que van desde 1880 a 1920 aproximadamente, y solo por poner fechas. De allí salieron unos tanguitos lindos, aunque no sé si para escuchar todos los días. Un guardiaviejista diría “Así se toca el tango, y así se lo baila”, ya que representa la época en que este fue penetrando en la gente, en la sociedad. Como la música no es inmutable, el tango va cambiando su punto de vista, las letras que describen la cruda realidad a la vez van dibujando un nuevo diseño de sociedad.
Recordemos algunos cultores de este período juvenil del tango: Angel Villoldo, (“El choclo”, “El porteñito”), Genaro Esposito (“La pastora”, “Una percanta”), Eduardo Arolas (“El marne”, “Derecho viejo”), Ernesto Ponzio (“Caradura”, “Don Juan”), Agustín Bardi (“Gallo ciego”, “Nunca tuvo novio”), Vicente Greco (“Ojos negros”, “La paica”), sin querer ser exhaustivo, y así excusarme de injustos olvidos. Digamos que había distintas calidades de pianistas, guitarristas y pequeños grupos musicales. Los de la Guardia Vieja eran tangos sin letras, o con versos improvisados, tocados en peringundines, y demás yerbas, aunque también sonaban en otros lugares menos fuleros. ¿Quién no escuchó hablar de “lo de Hansen” o “María la Vasca”? Además había otras minas distintas que no eran para llevarlas al mueble, sino para bailar. Por eso podían ser bagayos, pero buenas bailarinas.

Mi noche triste, con letra de Pascual Contursi, sobre la música de “Lita” (Samuel Castriota, 1915) es considerado el primer tango-canción. Este género comienza a modernizarse con las primeras letras de calidad. Por eso se canta, se recuerda, sin saber casi de música. Los de la Guardia vieja eran temas concebidos intuitivamente, de “oreja”, repetidos de memoria, ya que muchos de sus ejecutantes no sabían nada de solfeo y menos leer y escribir en un pentagrama. Quienes tendrán el honor de oficiar de “puente” entre ambas etapas serán Francisco Canaro
y Roberto Firpo. Carlos Gardel vivió hasta el ‘36 y empezó a cantar tangos en el ‘15, es decir justo cuando aparece la letra. Él estuvo más allá de cualquier “guardia”, por eso lo de “cada día canta mejor”, reflexión popular post-mortem que habla del gusto por los mitos que tenemos los argentinos. O por lo menos, yo lo veo así.
Conclusión abrupta y sincera: hablar de la Guardia Vieja es hablar de evolución en el tango, de cambio. Interesa por su ubicación en los orígenes de este género musical, parte tangible de aquel momento mítico. Representa lo nuevo que se hizo viejo en su inexorable avance. Por todo ello, ¡viva el tango, viva la vida!

miércoles, 30 de julio de 2008

El humor en el tango


I. En 1911, Ricardo Güiraldes escribe en París: “Tango severo y triste. Tango de amenaza. […] Tango fatal, soberbio y bruto”. Un poco por sus orígenes, un poco por sorda repetición, nos fuimos haciendo la idea de que el tango es tristeza, melancolía, dolor, frustración. ¿Y la risa? “Estará en la milonga, quizás, o el candombe”, apuntará algún otario. Pero lo cierto es que en ese ámbito sórdido y fulero del tango pretérito, también hubo lugar para notas alegres sobre un fondo constante de tristeza. Los versos a veces son “una alegría que ruge y se dilata en carcajadas que huelen a alcohol”, como afirma Last Reason (seudónimo de Máximo Teodoro Sáenz, periodista uruguayo). Ecos de burla, de “cachada” cruel. Otras veces los poetas del tango usan el lenguaje llevado al límite, en clave de fina ironía o festiva travesura, describiendo mordazmente su realidad. Estamos hablamos, por supuesto, del humor.

Entiendo al humor como el hallazgo de algo diferente en aquello que ya no percibíamos por su cotidianeidad. El otro lado de las cosas. La prehistoria del tango está llena de versos picarescos, muchos de ellos burdos y sin calidad. Pero las letras de humor marrullero florecieron allá por los años 30. Los invito a explorar algunas estrofas notorias, usando el diccionario de lunfardo para aquellos que pierdan el hilo de la argumentación.

II. Para comenzar, tomemos “Haragán” (Tango, 1928), de Enrique Delfino y Manuel Romero. En su letra amalgama sátira y humor, cuando describe a una mujer “tirándole la bronca” a su pareja, que no quiere “laburar”:

¡Salí de tu letargo!
¡Ganate tu pan!
Si no, yo te largo...
¡Sos muy haragán!

Haragán,
si encontrás al inventor
del laburo, lo fajás...

[…]

Si en tren de cara rota
pensás continuar,
"Primero de Mayo"
te van a llamar.

Recordamos al lector extranjero o no avisado, que el 1º de mayo se festeja en Argentina el día del trabajador y es –por supuesto- feriado.

III. Otro ejemplo es “Al mundo le falta un tornillo” (Tango, 1933) de E. Cadícamo y J. M. Aguilar, el guitarrista de Gardel. Aunque la más difundida entre las versiones es la del uruguayo Julio Sosa, fue registrada en el año 33 por Carlos Gardel en una interpretación excepcional. Su letra trasunta los problemas de toda una época, incluyendo el crack de la bolsa norteamericana, el famoso viernes negro de 1929:

Todo el mundo está en la estufa,
Triste, amargao y sin garufa,
neurasténico y cortao...
Se acabaron los robustos,
si hasta yo, que daba gusto,
¡cuatro kilos he bajao!

Hoy no hay guita ni de asalto
y el puchero está tan alto
que hay que usar el trampolín.
Si habrá crisis, bronca y hambre,
que el que compra diez de fiambre
hoy se morfa hasta el piolín.

Y la conclusión del autor lleva también una jocosa recomendación “técnica”:

Al mundo le falta un tornillo,
que venga un mecánico.
pa' ver si lo puede arreglar.

IV. Nuestro tantas veces citado Enrique Santos Discépolo fue un maestro en el uso de la reflexión agresiva y el humor cáustico, como lo expresa en “Qué vachaché”, “Qué sapa señor” y -por supuesto- en su pieza más difundida: “Cambalache”. No le era indiferente tampoco un humor más melancólico y hasta nostálgico como lo demuestra en “Malevaje”, “Victoria!” y “Chorra”. Para no citar en demasía, refiero al lector a los vínculos presentes en el texto, y así podrá recorrer in extenso las canciones aprovechando el vehículo tecnológico de estas palabras.

Laura Ana Merello, más conocida como “Tita” se convirtió con “Se dice de mi”, (Milonga, 1943, Música: Francisco Canaro, Letra: Ivo Pelay), en un ejemplo del mejor humor con tonalidad autocrítica. La “vedette rea”, como fue conocida por mucho tiempo, supo sacar provecho a esta canción escrita originalmente para un cantante masculino, y finalmente coronada por el éxito en el film argentino de 1955 “Mercado de Abasto”.

Si fea soy
-pongámosle-
que de eso
ya yo me enteré,
más la fealdad
que Dios me dio
mucha mujer
me la envidió
y no dirán que me creí
porque modesta siempre fui.
Yo soy así.

Más cercanas en el tiempo, rescato otras dos representaciones: “Magoya”, canción escrita por María Elena Walsh e interpretada por Susana Rinaldi, y una parodia de tango registrada en el segundo disco de ese conjunto humorístico argentino, tan genial como original, llamado Les Luthiers. La primera hace referencia a un personaje imaginario llamado “Magoya”, a quien se suele culpar cuando algo sale mal o se pretende eludir alguna responsabilidad. En la segunda, sus autores toman “en clave de solfa” el vocabulario tanguero y un tema tradicional como es el de “la mina que se va del bulín”, pero con un desenlace totalmente inesperado. Escuchen:

Hay un coso que nunca da la cara,
Dios berreta que está en ninguna parte,
comodín que inventás para quejarte
cada vez que te venden un buzón.

Andá, contásela a Magoya
la de convoys que nadie te creyó,
discurso de milicos
o cheque volador.
Estamos hasta aquí de cuentos chinos.

(Magoya, Tango, 1971, Música: Héctor Stampone, Letra: María Elena Walsh)

Por qué te fuiste mamá
poca ropa me lavabas,
por qué te fuiste mamita
raras veces te pegaba.
Por qué te fuiste viejita
por qué ya no estás mamá.
Como madre hay una sola
amurado me largas.
Si no me pasas más guita
me vua' vivir con papa.

(Pieza en forma de tango, Tango, 1972, Letra y Música: Mario Abraham Kortzclap, [Les Luthiers])

V. Por último quiero dejar constancia de mi agradecimiento al Ing. Raimundo Pedro Buiatti, que en un asado familiar –y entre sendas copas de vino tinto- me arrimó este magistral ejemplo de tango humorístico que se llama “Hipo”, y que les dejo como “frutilla del postre”. La versión de referencia es la de Juan D’Arienzo y su Orquesta Típica, en la voz de Alberto Echagüe.

Esperando haber generado en Uds. otro sabor distinto al del “arrabal amargo”, tan típico del tango, me despido muy atentamente.

Su Seguro Servidor,
D. Solidario Alvo

El hipo
Tango
(1951)
Música: Enrique Alessio
Letra: Reinaldo Yiso

A las nueve menos cuarto fue su última palabra;
se imaginan lo contento -esa noche ni dormí-;
era martes, martes trece, pero eso qué importaba
y a las nueve menos cuarto "como fierro" estaba allí.

Ella dijo: Clavelina... Yo le dije: Pomuceno...
Yo sentía las trompadas que me daba el corazón,
cuando dijo: ¡Caminamos!..., yo le dije, ¡Caminemos!
y justito al declararme este hipo me chapó...

Usted sabe que la quiero, (hip) que la quiero con el alma,
que es muy grande este cariño que me rompe el corazón, (hip)
que mis noches son muy largas, que no tengo ni el consuelo
de mirarme en sus ojazos y contarle mi pasión... (hip)

Yo quisiera ser vereda para sentir sus pasitos,
ser la brisa que acaricia su cuerpito virginal, (hip)
y ella me miró sonriente, con un tono de cachada, (hip)
me largó la carcajada y se fue sin saludar...

Todavía no me explico que pasó aquella noche,
tan seguro que yo iba de ganar su corazón,
por la culpa de este hipo que salió no sé de dónde,
cuando más necesitaba las palabras del amor... (hip)

Unos dicen que éste hipo es herencia de mi abuela,
o de Hipólito, mi tío; yo lo único que sé,
que por el hipo maldito me quedé sin Clavelina, (hip)
y que estoy todo quemado del verano que pasé...

viernes, 18 de julio de 2008

"Cuerda" para rato…

Me toma por sorpresa todo este alboroto generado alrededor de mis escritos, sobre todo porque siempre fui “Cayetano”, es decir callado, de perfil bajo, con respecto a las cosas que hice (o hago). Distinto es cuando se trata de decir lo que pienso, motivo del mayor agrado siempre que sea en un diálogo cara a cara, café mediante. Desde mi punto de vista la presencia física es importante porque la conversación no se “escucha” solo con los oídos, sino también con los ojos, y eso forma parte de la comprensión general de la charla.

Aparecer en un medio de comunicación me dio un poco de “cosquillas”, por la novedad. No me considero alguien fuera de lo común, por lo que debo entender que algo de interés general se asoma en mis palabras. Ver al tango como un fenómeno social y cultural, no como un artículo de colección, es el mensaje llano, sencillo, que trato de transmitir. Sin embargo no logro tomar dimensión de la presencia que tiene -a lo largo y ancho del mapamundi- esta prédica de “a pie” pero “subida al caballo” de Internet. Me confieso desconocedor del manejo de esta tecnología que hoy es soporte de mis palabras (mi única imprenta, como bien señaló el periodista en su nota), pero la juventud que me rodea, mis tres nietos, me brindan su ayuda para darle forma electrónica a mis pensamientos. Agradezco a ellos el impulso y el incentivo desde lo cotidiano. Vaya también mi aprecio a los lectores que dejan sus comentarios, por compartir estas inquietudes aun desde el desacuerdo. Hay quienes están de paso, gracias al artículo del diario La Gaceta y a vínculos desde blogs amigos. Pero hay otros que, aunque no nos hayamos visto nunca, ya reconozco como compañeros de ruta, de distintas procedencias y edades. Ellos forman parte de mi mundo hoy en día, ya que me hicieron “sintonizar el dial” con una visión del tango que no tenía clara hasta ahora, momento en que me puse en la tarea de volcarla por escrito. Es como si siempre hubiera sabido esas cosas, pero nunca las hubiera puesto en palabras por timidez intelectual.

Guardia Vieja se hace al andar, con alegría, en un aprendizaje constante que me toma por sorpresa a una edad en que generalmente ya no se espera nada nuevo. Por todo ello, supongo que hay “cuerda” para rato en el barrilete de este espacio, que ya es una creación colectiva. Como el tango.

Hasta la próxima.

sábado, 5 de julio de 2008

El viejo en el tango



La previa…

Hoy me siento un poco sombrío, así que pido disculpas por el tenor de estas reflexiones. Quizás es una ayuda para mí poder elaborar con ustedes ciertas ideas sobre este tema, bajo la excusa del tango.

¿Por qué es difícil definir la vejez? En principio creo que porque cuando uno es parte de ella no se reconoce en dicha condición. Y si uno es joven menos aún. Mientras uno es pollo la muerte es algo lejano, siempre de otro, nunca una posibilidad propia. Pasando la mitad de la vida nos damos cuenta que ese momento va a llegar, pero no mañana por la mañana. Claro, nadie piensa cada vez que se levanta, que ese día justo le agarra un patatús.

Un amigo del alma, Cacho L., platense él, me dice: “Nene, para mí un año, un mes, una semana, un día, una hora, un minuto, un segundo…” continúa Cacho “…es importante, porque estoy vivo”. Es que él vive preocupado por la muerte que siente acechándolo en cada esquina. No sé si es una verdad universal, pero creo le preocupa el aprecio por el valor de la vida. Mi nieto dice que leyó en un filósofo alemán que “…no hay experiencia posible de la muerte, la muerte se anuncia como el límite de toda experiencia.”. Sin entrar en trascendencias filosóficas que no manejo, estimo que lo importante ahora no será la muerte, sino cómo vivir una vejentud dichosa o insenescencia como supo llamarla el escritor argentino Juan Filloy (para los que no lo conocen: vivió 106 años).

Sobre la vejez

A lo largo de la humanidad, los ancianos tuvieron un importante papel en la transmisión de valores y tradiciones. Así también encarnaban la figura de la experiencia y la prudencia. La vejez como última etapa de la vida y a la vez de realización suprema, remite a miedos y fantasmas temibles: la pérdida de la autonomía, la fragilidad de la salud. Y el mayor de todos ellos: la soledad.

Pero no confundamos vejez con decrepitud o decadencia. Asumiendo esta diferencia, encontramos otras particularidades. En la vejez, la gente no está apurada, porque eso es propio de la vida laboral, el vértigo, la locura cotidiana. Tampoco enfrenta mayores problemas, siempre y cuando pueda contar con los aportes previsionales de toda una vida de trabajo (para no entrar a hablar de la funesta relación entre vejez y pobreza…). Tiene acumulado conocimiento, como expresa el dicho popular “El diablo sabe por diablo, pero más sabe por viejo”. Por ello es hábil para proponer soluciones a muchos problemas, así, dicho en general, aunque no suele ser escuchado –ni reconocido- en la misma medida.

En la Argentina de comienzos de siglo pasado el niño era niño y llevaba pantalones cortos; el joven era joven cuando ritualmente era investido con pantalones largos; y el adulto… era adulto a los 20 años. No olvidemos tampoco el aumento de las expectativas de vida del hombre actual, que modifica la constitución de la población.

Cuando yo tenía cinco años, mi familia se mudó a Verónica, Provincia de Buenos Aires. A unos cuantos kilómetros había una base aeronaval, con aviones descangayados que entraban y salían ruidosamente, y a los pibes nos gustaba verlos dejar marcas en el cielo. Años después estos serían reemplazados por modernos aviones a chorro. Y ahora, para qué referir al lector las nuevas tecnologías de navegación aero-espacial. Valgan estos recuerdos cachuzos para sugerir la rapidez de ciertos cambios acaecidos en las últimas ocho décadas.

Ahora todo transcurre tan ligero, y el mundo nos carga con tanta información, datos, números, que perdemos de vista lo fundamental, el sentido de las cosas, el disfrute de lo sencillo. Lo pequeño es bello, dijo alguien, refiriéndose a las cosas simples. Pero el viejo suele ser lento, y queda al margen de las cosas. No lo apabulla tanto lo nuevo, sino la velocidad.

El viejo en el tango

Para observar la fotografía que el tango hace de la vejez, examinemos un par de letras. Tomemos por caso a Giuseppe el zapatero, inmigrante con oficio que decide empeñar sus esfuerzos para hacer que el hijo estudie. Y cuando el pibe se recibe, de manera ingrata corta el lazo familiar por vergüenza del padre. Para quienes quieran apreciarlo musicalmente, los remito a la versión de Carlos Gardel (1930) o a la de posterior de Enrique Campos y Ricardo Tanturi (1945).

Hay ciertos tangos que tematizan la vejez prematura del hombre (o la mujer) entre los 30 y 40 años, como lo revelan “Sonaste viejo” o “El ciruja”. La amarga poesía de “Esta noche me emborracho”, refiere la decadencia física de una mujer con una vida de estragos. Varios de los tangos referidos supo cantarlos Gardel.

En “Caminito”, “Vieja Recova” o en el rotundo título “Quién tuviera 18 años” escuchamos hablar de los tiempos pasados que al parecer, como diría Manrique, fueron mejores. En otras letras no se habla de un viejo, pero es uno quien la enuncia, con nostalgia hacia lo perdido, como en Cuesta abajo”. Mencionemos también al pasar “Cuando un viejo se enamora”, “Gallo viejo” y “Acquaforte”, remitiendo al lector a las letras, para elaborar sus propias conjeturas.

Dichosa senectud

Nadie se pregunta cómo disfrutar de la vejez, ese momento de la vida donde las pasiones se aquietan y la madurez de la reflexión llega a su plenitud. Hay más tiempo, siempre y cuando, como dijimos, tengamos la subsistencia, el “cacho de pan” asegurado. Nuestros gobiernos latinoamericanos no suelen acompañar los deseos que expresan estas líneas. Sin ir más lejos, un par de años atrás decidí escribir una carta al Presidente de la Nación, destacando su papel potencial en la solución de la situación de los jubilados hoy en día, en una economía con perfil inflacionario, y la miseria a la que los arrastra los magros ingresos que cobran. Recibí por toda respuesta una “atenta nota” de un funcionario de segunda línea, informando que “cualquier trámite y/o reclamo por pensiones o jubilaciones debe ser ingresado en forma personal, por mesa de entradas en la sucursal de la Administración Nacional de Seguridad Social más cercana a su domicilio”. Por lo visto, no entendieron nada de nada. Ustedes dirán...

Buenas noches a todos y todas.

viernes, 20 de junio de 2008

El tango… es el tango

De entre los mensajes que amenamente los lectores de este blog me hacen llegar, el último concitó mi atención de manera particular. El mismo dice:

Maestro, encontré este espacio casi de casualidad, y terminé recorriéndolo de principio a fin. Tengo 18 años y me gusta el tango. Fue justamente mi abuelo quien me introdujo a este universo musical tan porteño que es el tango. Espero que siga escribiendo mucho más. Un saludo

Luego de su lectura me quedó dando vueltas una pregunta: los muchachos de ahora ¿saben qué es el tango? Sospechando una respuesta poco optimista, continué: ¿cómo invitar, impulsar a los jóvenes a atender y disfrutar este fenómeno cultural, artístico y social? Claro, hoy muchos piensan que “el tango es cosa de viejos”. Hasta los mismos mayores. Pero… ¿acaso nosotros no fuimos jóvenes también? ¿Cómo nos iniciamos en el descubrimiento y recorrido de este universo musical? Aquí van, entonces, estas líneas a los muchachos de ayer y de hoy, para que vean que el tango…es el tango.

I. Si el pibe se salva…

Los pibes no suelen tener interés en seguir el camino de sus mayores. Pero attenti purrete, que mirando hacia atrás también se puede conocer y aprender. Después de todo, quizás no seamos tan distintos vos y yo.

A nosotros también nos deslumbraban las novedades musicales, y rastreábamos y adquiríamos discos de moda. Pero es cierto que en los jóvenes de hoy hay otras expectativas con respecto a la diversión, que en mis tiempos era ir a bailar a los clubes de barrio. Solíamos danzar al compás de cantores o conjuntos musicales de medio pelo, y en otras ocasiones contábamos con verdaderas orquestas de lujo. En esos bailes no había patovicas moliéndote a palos en la puerta, o diciéndote “vos no pasás”. Violencia había, ¡y que la había!, pero lejos de esas fiestas donde íbamos a divertirnos, conocer mujeres y hacer amigos entrañables.

Me tocó ser joven en una época en que el tango ya estaba aceptado socialmente. Teníamos vecinos cantores, o bandoneonistas, no necesariamente ligados a su origen prostibulario. Aunque oportunamente transitaremos por los caminos que empalman el tango y la radio en la sociedad argentina, hay que puntualizar que las audiciones radiofónicas eran centro de atención familiar, pero los receptores eran aparatos caros que no todas las familias podían costear. Recuerdo que mi viejo compró nuestra primera radio en 1929, y a su alrededor se juntaba toda la familia a escuchar las orquestas en vivo. Libertad Lamarque y las hermanas Bozán eran figuras de renombre en el dial.

En síntesis: a los jóvenes quiero decirles, con respecto al tango, que empiecen por donde más les guste: si bailan, bailen; si solo escuchan música, pues háganlo. Lo importante es ese primer contacto con él. Luego una cosa lleva a la otra.

II. Tiempos viejos

En mi época engranábamos con el tango por querer imitar a los pibes mayores. Y así aprendíamos y nos entusiasmábamos, y no quedaba nada sin preguntar: “¿por qué fulano canta mejor que mengano? … ¿en qué año comenzó a tocar zutano? …¿qué tal la última letra de perengano?.” Con mis amigos nos comprábamos discos doble cara, con una pista de cada lado. Mi memoria me lleva a dedicarles unas líneas a mis primeras dos grabaciones gardelianas:

· Lado A: Perdonada, Lado B: Tiempos viejos, y el otro:

· Lado A: Viejo amor y Lado B: Yo te bendigo.

Me los regaló Kicho, un vecino del inquilinato. No era mal tipo, un poco esquenún, quizás. Recuerdo que 1938 decidió renovar su colección de discos con orquestas modernas y me los regaló.

Francisco, mi padre, solía decir que el tango era rastrero, de bajo fondo, que no decía nada nuevo. El era un español que había venido a la Argentina buscando el porvenir que su país no le podía ofrecer. Desde aquí escribo unas líneas dedicadas a la memoria de él y su amigo Naddeo, que supo integrarlo a un oficio y lo acompañó en sus primeros pasos en lo que sería su nuevo “hogar”: la Argentina. También le aportó una cosmovisión social que le permitió interpretar críticamente a su tiempo: el pensamiento anarquista. Desde esta perspectiva es que pudo mirar al tango con otros ojos.

III. El tango… es el tango

Resumiendo, pibe, yo te diría que prestes atención al hecho de que el tango fotografía una clase, una época, no tanto un lugar. ¿Qué importa de qué lado del Río de la Plata se ubique? Prestá atención a lo que tus padres te cuenten del tango, o tal vez tu abuelo. No “compres” ese tango de salón para consumo for export. Si aguzás tu oído, podrás leer entre líneas cosas de importancia que tus amigos ni sueñan conocer repitiendo letras en inglés que no entienden.

Pero eso sí: a vos te toca poner el gusto particular. Así irás creando un ambiente de apreciación estética más allá de lo puramente musical, en el camino de entender ciertas problemáticas humanas que hoy en día siguen vigentes. Es que tanto ayer como hoy la música debería contar las cosas que le pasan al hombre, es decir, aquellas cosas que nos pasan. La curiosidad es propia del ser humano, y como joven tenés la oportunidad de aprovecharla, y formarte así una cabal idea de ese universo que es el Tango.

Alguien pregunta cada tanto: ¿es que acaso el tango murió?” Y yo respondo:Las cosas que tienen valor nunca mueren. Se esconden, quedan agazapadas, y cuando uno menos lo espera, saltan de nuevo al ruedo.Por eso, y para acercarte algo a esa musiquita, te dejo con Alberto Castillo interpretando “El tango… es el tango”.

El tango… es el tango
Tango
(1952)
Música: José Raúl Iglesias
Letra: Juan Bautista A. Gatti

Peinando plata en el jopo
Hablás del tango malevo,
Como diciendo qu´el "nuevo"
Pa´ vos, no vale un piropo...
Y yo, porteño de ahora
De acuerdo a mis sentimientos,
Voy a cantar como siento
El tango en mi corazón...

El tango es el tango... No hay vuelta que darle
Con cuello o pañuelo, lo mismo es gotán,
Que el traje no dice la estirpe del rango
Ni el gesto guarango, pinta el arrabal.
El tango es el tango... por más que le pongan
Ribetes compadres o cintas de amor,
El tango es el tango, si tiene milonga
No importa que sea, de ayer o de hoy...

Pa´ qué decís que otra cosa
Fue aquel de mil novecientos,
Si el tango en todos los tiempos
Es tango porque solloza...
Con el florido lenguaje
O el lunfardo "catecismo",
Siempre en el alma es el mismo
Del criollo bandoneón...

lunes, 2 de junio de 2008

“Mensaje”: entre tango y filosofía


“La ética no es una abstracción que sobrevuela y se evapora como una nube. La ética es algo concreto, un recurso en la vida, algo que se palpa, que se construye, que se experimenta en nuestros vínculos de cada día”
(Sergio Sinay: “Elogio de la responsabilidad”, Ed. Del Nuevo Extremo, Bs. As., 2005).

Hablar con propiedad de Enrique Santos Discépolo precisaría de más espacio –y tiempo- del que hoy puedo disponer. Sin embargo el tema de los valores humanos es una constante en su poética, y esta tarde me interesa conversar con Uds. sobre lo que expresa el estribillo de su tango Mensaje:

Bueno y nada más,
que siendo bueno,
no hay odio, ni injusticia, ni veneno
que haga mal...

Hay entre poesía y filosofía una relación de muchos siglos, como modo de acceso a la Verdad. Así estas estrofas de “Mensaje” se descubren como verdadera filosofía, destilada en un tango y al ritmo del 2x4. Esos cuatro versos son para mí filosofía pura, no académica, no artificiosa. Quisiera entender a la filosofía como la revelación de ciertas cosas que le suceden al hombre, y que solo algunos pueden verlas, distinguirlas, y echar luz sobre ellas. Descubrirlas, reconocerlas, ponerlas a la vista es asunto humano relevante, y más si el tango es el vehículo de tal reflexión. Imagínense leyendo un artículo del periódico que dice “tres chicos se mueren de hambre cada minuto”. No puede compararse con el impacto de oír: “Sus pibes no lloran por llorar, / ni piden masitas, / ni chiches, ni dulces... ¡Señor!... / Sus pibes se mueren de frío / y lloran, hambrientos de pan...” (Pan, Tango, 1932, Música: Eduardo Pereyra, Letra: Celedonio Flores).


En Cambalache, su canción más difundida internacionalmente, Discepolín nos habla en tono escéptico sobre la naturaleza humana. Pero Cátulo Castillo, autor de la letra del póstumo tango “Mensaje”, escribe unos versos inspirados en el reciente fallecimiento del amigo, y prefiere ir -derecho viejo- a hablar sobre la bondad, así, dicho en minúsculas y sin falsas esperanzas. Esta bondad implicaría actuar en cierto sentido deseable, o para decirlo de otra manera, sería no hacer mal, sin intervención ni control. “Bueno y nada más que siendo bueno...” A mis 83 años sigo creyendo que la bondad ES en el hombre, que no existe fuera de él. Si éste recurre a mentir, a arrebatar, a robar es por necesidad o ignorancia. Y me animo a pensar que Discépolo compartiría este principio, ya que todas sus reflexiones apuntan a la dimensión de la ética.

Hubo una corriente literaria –y filosófica- que supuso al hombre bueno, y a la civilización creadora, formadora de su maldad. No me parece un pensamiento desacertado, solo que ahora quizás debiéramos hablar del Sistema, antes que de “civilización”, palabra que nos queda demasiado grande a la luz de los retrocesos que implican las guerras y el hambre de ayer y hoy. Si la ética parte de considerar al prójimo como distinto a mí, y por eso mismo semejante en la diversidad, veo que lo que escribió Castillo va más allá que lo que él mismo pudo imaginar a la hora de garabatear esos versos de “Bueno…”. Con ese mensaje y el valor de la verdad, corporizado en no mentir, es la base de toda ética que se precie de tal.

Mensaje
Tango
(1952)
Música: Cátulo Castillo
Letra: Enrique Santos Discépolo

Hoy, que no estoy,
como ves, otra vez
con un tango que no puedo gritar...
Yo, que no tengo tu voz...
Yo, que no puedo ya hablar...

Mensaje
con que mi vieja ternura
de criatura
te está prestando coraje...

Yo, que a lo largo del viaje
sufrí tus ultrajes
en mi soledad...

Nunca quieras mal,
total
la vida ¡qué importa!
Si es tan finita y tan corta
que al fin,
el piolín se corta...

No te aflija el esquinazo
del dolor,
y si el amor te hace caso,
no le niegues tu pedazo
de candor,
que es lindo creerle al amor...

Bueno y nada más,
que siendo bueno,
no hay odio, ni injusticia, ni veneno
que haga mal...

Y hoy, que no estoy
me da pena no estar
a tu lado, cinchando con vos...

Vos, que me hiciste llorar...
vos, que eras todo rencor...

Mensaje...
Mensaje con que te digo
que soy tu amigo
y tiro del carro contigo...

Yo, tan chiquito y desnudo
lo mismo te ayudo
cerquita de Dios.

martes, 13 de mayo de 2008

Por qué me gusta el tango


Una vez me preguntaron ¿por qué a alguien le gusta el tango? Supongo estas posibilidades básicas, sin descartar otras: por la música, por la letra, por el baile, por querer tener una persona cerca de uno (sobre todo cuando es del otro sexo, aunque hoy por hoy, nunca se sabe). De la letra es más fácil hablar, porque se parte de algo escrito, así que suele ser más sencillo acceder al tango por esa vía. ¡Qué sería del hombre si no supiera hablar... ni escribir! Sin embargo, de estas razones, hoy les propongo charlar un poco sobre la música.

Dijimos en otra oportunidad que el tango representa un sector de la población que -identificación mediante- a uno le resulta interesante, aunque bajo el punto de vista de cierta "cultura" puede ser más o menos apreciado. Lo cierto es que hay escalas de virtuosismo en sus autores e intérpretes que van desde la baja estofa, a lo sublime. Hay músicos y directores de orquesta que ciertamente dieron en el clavo en su lectura del gusto de la gente, pero a la vez eran ellos quienes creaban ese mismo gusto.

Cuando yo empecé a escuchar música, allá por los años 30, en el ambiente de mi casa se escuchaba tango, pero también en las calles, y en los cafés de moda. De todos modos cuando uno comienza a apreciar la música, es muy posible que la vaya anudando a vivencias personales. Por mencionar un ejemplo, Derecho Viejo me trae muchas remembranzas. Bueno, expliquemos antes que "Derecho viejo" significa hacer una cosa sin dar vueltas.

No estoy seguro que se pueda hablar de una evolución del gusto musical, al menos en mi caso. Comencé escuchando Gardel, y eso hizo probablemente que luego fuera tradicionalista en mis apreciaciones, y no aceptara aquella clase de orquestas que decían traer "otros aires". No sé, si hubiera nacido 10 años más tarde, quizás hasta me hubiera gustado Astor Piazzolla (ironía con el perdón de mi nieto). Luego cuando me arrimé más al "calor" del tango, comencé a expandir mis intereses: Pancho Canaro, Carlos Di Sarli, Osvaldo Fresedo, Julio De Caro, Osvaldo Pugliese, hasta llegar al más completo músico de la etapa intermedia del tango: Anibal Troilo "Pichuco".

Termino con este pensamiento: el tango no solo es letra, también hay que juzgarlo cómo música. El problema es que yo no sé música, ni conozco los elementos técnicos que intervienen en ella. Sólo sé que me gusta. Y es que suele ser así: el arte gusta o no gusta.

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Nocturno a mi barrio
Tango
(1968)
Música: Aníbal Carmelo Troilo
Letra: Aníbal Carmelo Troilo

De una versión grabada por Pichuco (quizás la única en que se escucha así su voz) el 30.5.68

Mi barrio era así, así, así...
Es decir ¿¡qué sé yo si era así!?
¡Pero yo me lo acuerdo así!,
con Giacumin, el carbuña de la esquina,
que tenía las hornallas llenas de hollín,
y que jugó siempre de "jas" izquierdo al lado mío,
siempre, …siempre,
tal vez pa'estar más cerca de mi corazón!

Alguien dijo una vez
que yo me fuí de mi barrio,
¿Cuando? …¿¡Pero cuando!?
¡Si siempre estoy llegando!
y si una vez me olvidé,
las estrellas de la esquina de la casa de mi vieja
titilando como si fueran manos amigas,
me dijeron: gordo, gordo, quedáte aquí...
quedáte aquí...

Get your own Moonk!

lunes, 17 de marzo de 2008

La mujer en el tango


Introito

El tema de la mujer en el tango tiene muchas piedras en sus cimientos: el machismo en la cultura occidental, los prejuicios, valores e ideologías imperantes, y finalmente –pero no menos importante- el lugar que fue ocupando la mujer en cada época. Diremos a los fines de nuestro análisis que la mujer, como el hombre, puede asumir dos posiciones: activa y pasiva. En posición pasiva será sujeto oyente o destinatario de las canciones, y objeto de la lírica tanguera, es decir personaje en las letras.[1] Por otra parte en posición activa puede ser creadora, cantante, instrumentista, autora y/o compositora.

La mujer en posición pasiva

Parece que hay una cierta tendencia en las letras de tango –sobre todo las de alrededor de los años 20- a retratar los conflictos sentimentales desde la perspectiva de los hombres: el abandono, los celos, el engaño. Digamos lo que se ya sabe: en muchos sentidos el tango es machista. Así vemos al porteñito que desprecia a la mujer (total hay muchas), la usa para satisfacer sus necesidades, luego busca otra, y ¡chau!. No todos los tangos son así (ni los porteños por supuesto), pero hay una tónica en ellos que sí lo es. No olvidemos que el arrabal era así de crudo, incluso podríamos decir que es así. Pero lo llamativo es que esas letras se limitan a retratar la situación, reproduciendo el esquema en lugar de revisarlo.

Y una noche hecha de luna se entristeció el arrabal...
sintética noche triste de crónica policial.
Porque la horrible amenaza se cumplió cobarde y cruel:
la moza lleva una marca por seguidora y por fiel.

Por seguidora y por fiel (Tango, 1930)
Música: Ricardo Luis Brignolo
Letra: Celedonio Flores

Claro que hay otros tangos que están dirigidos a las mujeres: en dichas letras las alaban, las cuidan, las miman... Pero attenti: siempre ubicándolas en los lugares que les “están reservados”: mujer amante, madre, ama de casa, prostituta, milonguita. En no pocas letras el ideal de ascenso social de la mujer se resume en conseguir un marido con vento.

Ahora vas con los otarios a pasarla de bacana
a un lujoso reservado del Petit o del Julien,
y tu vieja, ¡pobre vieja! lava toda la semana
pa' poder parar la olla, con pobreza franciscana,
en el triste conventillo alumbrado a kerosén.

Margot (Tango, 1921)
Música: José Ricardo / Carlos Gardel
Letra: Celedonio Flores

Después de Anibal Troilo, comienza el auge del tango – bolero romántico, destinado a las mujeres. ¿Y cual es el espíritu del bolero?: la seducción. Por eso los tangos empiezan a dorarle la píldora a la mina desde afuera.

¿Qué tendrás en tu mirar
que cuando a mí tus ojos levantás
siento arder en mi interior
una voraz llama de amor?
Tus manos desatan... caricias que me atan
a tus encantos de mujer.
Sé que nunca más
podré arrancar del pecho este querer.

Pasional (Tango, 1951)
Música: Jorge Caldara
Letra: Mario Soto

La mujer en posición activa

Hubo intérpretes mujeres, claro que las hubo. Cito algunas según mi memoria me lo permite: Rosita Quiroga, Azucena Maizani, Sofía Bozán, Tania, Ada Falcón, Libertad Lamarque y Nelly Omar. Estas cancionistas poseían diferentes registros vocales, voces graves o agudas, y surgieron de diversos orígenes: del teatral, del mundo folclórico, o del canto coral. Muchas de ellas fueron cantantes de segunda línea, no tanto por su calidad artística como por cuestiones de género que frenaron su impulso e inserción en la escucha de la gente. Mercedes Simone [2] constituye una excepción: toma elementos del tango sin imitar a los vocalistas masculinos, con un estilo propio que siempre está en la piel del personaje que canta. Actualmente las intérpretes más reconocidas del tango son mujeres, como Adriana Varela o Susana Rinaldi.

La historia muestra que los hombres pudieron aceptar que una mujer cantara tangos, pero ¿aceptarían que los componga o que los ejecute? Hubo varias orquestas de señoritas, aunque la historia parece haberles dado la espalda. Rescato a Paquita Bernardo, brava bandoneonista de cuando el tango era reo aún, que tocó hasta su prematura desaparición a los 25 años. En cuanto a las letristas fueron la excepción las que trascendieron y eso no fue sino tardíamente: Eladia Blázquez, María Elena Walsh después de los años 60.

Mi barrio fue una planta de jazmín,
la sombra de mi vieja en el jardín,
la dulce fiesta de las cosas más sencillas
y la paz en la gramilla de cara al sol.
Mi barrio fue mi gente que no está,
las cosas que ya nunca volverán,
si desde el día en que me fui
con la emoción y con la cruz,
¡yo sé que tengo el corazón mirando al sur!

El corazón al sur (Tango, 1975)
Música y Letra: Eladia Blázquez

Otras tantas en el siglo firmaron con nombres masculinos para “trampear” a la sociedad que las llevaba a esconderse de su vocación, como Maria Luisa Carnelli que firmaba como Luis Mario o Mario Castro. Por último mentaré nuevamente a Mercedes Simone quien fue la autora de “Cantando”, “Gracias a Dios”, “Oiga, agente”, “Inocencia”, “Incertidumbre” y “Tu llegada”.

Pero la cuestión acerca de “Las mujeres y el tango” recién comienza. Para ampliar el tema les recomiendo unos vínculos que mi nieto logró “pescar” en esa red que es Internet y que aún hoy me asusta un poco porque parece no tener límites para el saber.

Para ampliar en el tema:

v EL LUGAR DE LA MUJER EN EL TANGO” por Lidia Ferrari. Texto presentado en la III Cumbre Mundial del Tango, Montevideo, Uruguay, en Noviembre de 1996, como invitada oficial de la misma, en el panel "La mujer en las letras del tango".

v LAS MUJERES EN EL TANGO” por Mirta Vázquez. Artículo publicado originalmente en la revista Club de Tango, Nº 37, Buenos Aires, Julio-Agosto de 1999.

v LA MUJER EN EL TANGO” por María Angélica Cabrera. Este artículo fue utilizado para la charla/debate "La mujer y el tango" de la Peña Che Bandoneón del 26/07/2005.



[1] Para algunos estudiosos del tango la mujer también es pasiva en la danza, donde se deja llevar por el hombre, aunque es un tema polémico que evitaremos profundizar.

[2] Su foto ilustra y acompaña esta entrada.